Este libro, no está a la venta, solo es un relato familiar. inspirado en los relatos de mi suegro Carmelo, y actualmente de mi suegra Josefina, durante mis largas horas de compañía en este tiempo de sus últimos días. Cualquiera puedo leerlo aquí, respetando los datos y fotografías. Gracias por su interés.
Eduardo Finocchi / Cuarentena 2020

Centúripe Sicilia Italia

Paseo del Bosque La Plata

PRÓLOGO

Muchos abuelos, bisabuelos o padres que llegaron desde Europa hace unos años, lo hicieron por diversas razones, pero con algo en común: la búsqueda de un futuro mejor, más digno, y más humano.

Tal es el caso de mis abuelos Emilio Finocchi inmigrante italiano y Avelino Zubiat, vasco francés.

Este trabajo, es en homenaje a ellos, de los que no pude tener casi ninguna información, y ya no tengo a quien consultarle y a Francisco La Spina y Antonina Rocco, familia de mi esposa, de los que he podido, por la cercanía, recopilar algunos datos.

Ésta es una historia de inmigrantes italianos que durante muchos siglos se dispersaron a los cuatro rincones del mundo, pero solamente en dos países son la mayoría de la población: en Italia y en Argentina.

La relación entre ambos países, se remonta a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando desde el corazón de Europa miles de personas emigraron hacia el sur buscando un nuevo horizonte en sus vidas.

En esa época, se radicaron en el país más de 2 millones de ciudadanos italianos y por momentos, llegaron a ser casi la mitad de la población del país. Se estima que en la actualidad, un gran porcentaje de la población argentina tiene alguna ascendencia europea y que al menos 25 millones están relacionados con algún inmigrante de Italia.

La Idea es que recuerden ésta historia y no se pierdan los datos con el tiempo. He tratado de relatar los momentos más importantes de la familia de mi esposa María, inspirado en los alegres relatos de mi suegro Carmelo y en especial por los vividos en la compañía de mi suegra Josefina, durante tantas horas de compañía en éstos últimos años y de la que recibí tanto cariño.

Eduardo Finocchi / 2020

julio 27, 2020




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         Nuestra historia comienza en Centúripe, pequeño pueblo de la provincia de Enna, en el sur de Italia, bautizado por Giuseppe Garibaldi como “El Balcón de la Sicilia”.

     
Francisco La Spina era el esposo de Antonina Rocco (Nina) y  tuvieron tres hijos: Salvador, María y Josefa (Josefina como después la llamarían en Argentina). Después de participar en la Primera Guerra mundial  y con las dificultades del año 1928, Francisco recibió el llamado  de  su suegro Salvador, el padre de Nina, para viajar a la América -ya que él ya se encontraba allí hacía más de veinte años, más precisamente en Argentina.
Tomó coraje, y después de un arduo trabajo, Francisco convenció a Nina para viajar con su hijo, Salvador, de tan solo 7 años de edad, a “la Argentina”. Las hijas eran más pequeñas aún.

Seguramente hubo en ellos sentimientos encontrados, de los que hoy quedan algunos recuerdos en sus hijas, María y Josefina.
María, la más grande de las hermanas, recuerda una travesura de esa época, cuando todavía vivía con ella su papá Francisco.

Estaban todos afuera charlando entre vecinos y ella de pocos años, cerró la puerta de entrada y subió a la azotea. Comenzó a  llamarlos desde arriba, viendo la desesperación de todos de no poder entrar a la casa para bajarla. Se solucionó con una escalera. Sin embargo cuenta que en el enojo  Nina prometió  contárselo a su papá que venía los fines de semana de trabajar en el campo. María recuerda que cuando llegó su padre, mientras Nina le relataba la travesura, ella se escondió debajo de la cama;  que Francisco la llamó, la subió a su falda para retarla, pero lo hizo con un beso y una sonrisa. Así era él,  un buenazo.


Francisco y Nina, en Italia

Ni María ni Josefina  recuerdan mucho el momento de la despedida. Seguramente hubo tristeza, desarraigo…Por esas cuestiones de época y circunstancias, en ese entonces se iban los hombres en busca de mejores condiciones de vida y quedaban las mujeres a cargo del resto de la familia…
Nina apretó sobre sus faldas a María de cuatro años y a Josefa de de dieciocho meses y se preguntó qué sería de ellos… Más aún, que sería de ella y de sus hijas.
Quedó flotando en el aire la promesa de Francisco: en la brevedad mandaría por ellas y se reunirían nuevamente.

El viaje de Francisco y Salvador

Huyendo de la indignidad, del terror de lo que había dejado la Primera Guerra Mundial, de la angustia del desempleo o en busca de un bienestar que les negaba su tierra, en esos años, cientos de europeos se embarcaron y cruzaron  el océano hacia el puerto de Buenos Aires, lo que se llamó la segunda gran inmigración.
Como Francisco, todos tenían una meta en común: progresar. Apostaban al futuro y compartían el valor del sacrificio. Traían el valor de la palabra, el honor, la perseverancia, la dedicación al trabajo y el respeto a la familia, que para ellos siempre fue lo más importante.


La Plata. Capital de la provincia de Buenos Aires

Poco se sabe de la llegada a La Plata. Lo que sí conocemos es que Francisco se instaló en un humilde conventillo de la calle 36 entre 2 y 3. Desde allí partieron las primeras cartas a Sicilia, que auguraban grandes posibilidades. Sin embargo la terrible crisis económica de los años ‘30 barrió algunos ideales…Las cartas comenzaron a ser más esporádicas, no había mucho que contar, es decir nada bueno.
Mientras tanto Nina, en Italia, tuvo coraje: comenzó a trabajar en casas de familia. También en un horno de barro estatal que le prestaban, donde cocinaba pan para otras personas. La gente del barrio se acercaba llevando sus bollos de masa ya preparados y ella los horneaba, a cambio le dejaban monedas. Le servía para llegar a diario con algo de dinero y un poco de pan fresco a su casa, donde pasó con sus pequeñas hijas, momentos muy difíciles.
                      
Horno de barro como el que usaba Nina para cocinar lo que le traían


   De esa época, Josefa me relata con melancolía y tristeza una historia cuando de muy chica se quedaba toda la semana para cuidar a un niño, en la casa de una familia de buena posición. Ella tenía muy corta edad  y veía que cada tanto un panadero traía a la casa  unos bizcochos muy ricos (me los describe con su forma y recuerda su sabor) que esta gente ponía todos los días en su mesa de desayuno y guardaba  celosamente en una caja. Un día Josefa no pudo más con su tentación de niña y sacó uno a escondidas (a ella nunca le convidaban, desayunaba aparte en la cocina). La dueña de la casa se dio cuenta y llamó a su tía para acusarla de “ladrona”. La tía, responsable de ella mientras Nina trabajaba en el Hospital, cuando se enteró el motivo de la acusación, increpó a la mujer y la retiró al instante de esa casa de gente de gente tan inhumana.


María la hija mayor de Nina, pudo estudiar algunos años en la escuela, mientras que Josefa, más débil (ya asomaba la Talasemia que la acompañaría toda su vida) compartía con su madre el tiempo de trabajar en el horno, y a veces ayudaba a una modista para aprender el oficio.
Con el paso de los años, llegó una carta que nunca hubiesen querido recibir: el padre de Nina, que les había prometido traerlas a la América y unir la familia nuevamente, había fallecido.
Nina, rodeada ese día por sus vecinas y amigas Ana, Grazia y la madre de Paulina, amiga de María, se tomó  la cabeza y exclamó: “Ahora sí que no nos vamos más a la Argentina” . Sus hijas y vecinas la consolaron.

La llegada a Catania

Pensando que nunca se uniría nuevamente la familia, Nina y sus hijas se trasladaron a Catania, que fue para ellas “la gran ciudad”. Allí, en el barrio San Cristóbal, Grazia, una tía de Nina, las cobijó en su casa por un tiempo. Compartieron la estadía también con la hija de Grazia, que estudiaba para monja.
A los pocos años, ya cerca de 1935, pudieron alquilar una pequeña y humilde vivienda en Vía Figuerazzi n° 39 cerca del Hospital Garibaldi.
 Nina trabajó en casas de familias, hasta que las primeras horas de felicidad se vivieron cuando ingresó como enfermera en el mencionado hospital  en el que  también, al poco tiempo,  pudo ingresar la hija María a trabajar también como enfermera. En Europa ya comenzaban las  primeras batallas de la Segunda Guerra Mundial.

Nina y sus hijas, Josefa y María

   En pleno estado de guerra, un día Nina mandó a Josefina a casa de unos familiares en Centúripe. Josefina viajó toda la noche en un carro, bajo las estrellas, las luces y las bombas, según ella misma relata. Posteriormente viajaron Nina y María a reencontrarse con Josefina y la seguridad de Centúripe, hasta que viniera un tiempo más seguro. Más tarde retornarían las tres a Catania.
     

Nina con sus hijas, ya adolescentes, en Catania, antes de viajar a Argentina
   
                    
La llegada de las fuerzas aliadas, fue otra época rara y difícil: Italia quedó en el medio de una guerra en la que estuvo en los dos bandos.
Con la muerte de Mussolini, el miedo y los refugios, llegó el tiempo de conocer a los futuros maridos.
Carmelo era un paciente de Nina. Conoció a Josefa cuando ella la visitaba en el Hospital. A María, que era la enfermera de Concepción, madre de Luigi,  le llegó por ella conocer a su hijo. Concepción le escribía a Luigi que estaba en el norte de África, y le decía “Conocí un ángel, se llama María, y es para vos”.


María y Josefa con la gente del Hospital Garibaldi. Arriba, a la izquierda María vestida de enfermera. Abajo, sentada, a la izquierda, Josefina


EL VIAJE  Y LOS HIJOS

Josefa y Carmelo tuvieron un hijo, Antonino (Nino). María un bebé niño que lamentablemente nació sin vida, y la dejó muy mal de salud. Luigi, inquieto y decidido, como trabajaba de mozo conoció durante la guerra a soldados alemanes, quienes le consiguieron plasma sanguíneo, lo que pudo salvar a María.
                         
María, Josefa con Nino en brazos y una amiga, antes de viajar para la Argentina


Desde Argentina, al haber perdido contacto con su familia, Francisco, esposo de Nina, buscó a su esposa e hijas por intermedio de la Cruz Roja y recibió la noticia de que estaban bien. Logró contactarse con ayuda de Luigi, quien hizo los trámites necesarios. Ante la amenaza de una nueva guerra, comenzaron los preparativos para que pudieran venirse todos, a la Argentina.
    Francisco juntó el dinero para los pasajes. Lo hizo con mucho sacrificio y con la ayuda del dueño de los alfajores Guaymallen, don Ulpiano Fernández, con quien ya tenía trato comercial y había logrado tener la representación en La Plata.
   Nina, Josefa, María, Carmelo, Luigi y el pequeño Antonino comenzaban con la aventura de viajar a “la América” para que la familia de Nina se reencontrara después de veinte años…


Pasaje original del barco en el que viajaron, llamado “Argentina”

El 4 de Mayo de 1948  partió desde  Génova el barco “Argentina”,  en que viajaron.
Un dato anecdótico y un recuerdo:
Por problemas técnicos, el barco en el que zarparon tuvo que regresar al puerto para una reparación y sus pasajeros debieron permanecer en un hotel de Génova por unos días. Josefa recuerda que Luigi y Carmelo compraron en esa oportunidad unos pilotos de plástico.  También una gran pelota de colores para Nino, con la que subió nuevamente al barco para seguir el viaje.
Me relata Josefina, como si fuera hoy para ella,  que cada vez que podían visitaban la cubierta del barco, pues al viajar en tercera clase a ellos les tocó  el segundo subsuelo del transatlántico. Una mañana Nino estaba jugando con otros niños, y vieron como la hermosa pelota de colores, caía al mar. Nunca se olvidó de la  pérdida de ese juguete.



Barco “Argentina”* (ver nota al final)

Gente del barco y debajo a la derecha Josefa y Nino, en la fiesta del cruce del Ecuador.


Pudieron volver a partir de Génova el día 12 de Mayo y finalmente arribaron una noche al puerto de Montevideo, después de largos dieciocho días.
Al día siguiente, el 30 de mayo de 1948, llegaron a Argentina.
En el puerto de Buenos Aires los recibieron Francisco y Salvador y numerosos familiares entre los que se encontraban el hermano de Francisco, el tío llamado Natal y su familia, y el hermano de Nina, tío Fredy junto a otros primos con sus familias.

Una anécdota cuenta que Nina presentaba a tío Fredy como si fuera el padre de María y Josefa…hasta que se percató del error y por fin las hermanas conocieron a su padre.
El día de la llegada fueron recibidos en la casa de tío Natal, en  un barrio de Buenos Aires, con un gran almuerzo. Josefa, cuenta que descubrió algo que no conocía: la bomba de agua, toda una novedad para ella. Por la tarde se trasladaron a Ramos Mejía, a la casa de Víctor y familia, donde estaba viviendo la madre de Nina.  Desde allí Francisco, su familia y sus yernos viajaron hasta La Plata, el fin del viaje.
Se instalaron primero en la casa de Tío Fredy, hermano de Nina quien con su esposa llamada María ya tenían tres hijos: Celia, Beba y un hijo también llamado Fredy. Vivían en la zona norte de La Plata, cerca de las calle 36 entre 2 y 3, donde vivía  Francisco.
Salvador, el hermano de Nina y Josefina,  ya estaba casado con Julia y vivía en Tolosa.  Tenían un pequeño hijo llamado Oscar.
Al principio Luigi y Carmelo de noche dormían en la casa de Francisco y los demás en lo de tío Fredy.
Pasado un mes adaptaron el lugar en el que vivía Francisco, una especie de “conventillo”, lugares en los que vivían varias  familias. Allí comenzó lo que sería una larga historia en La Plata.


En La Plata

Nina y Francisco en Argentina


El matrimonio de Nina y Francisco fue algo fuera de lo común. Hubo veinte años de separación entre ellos, pero nada los cambió en esencia. A ninguno de los dos se le cruzó por la cabeza, pese a la distancia y la incertidumbre de saber si se volverían a encontrar, tener otra pareja. Al reencontrase todo pudo volver poco a poco a la normalidad. Francisco trabajaba muy bien con la distribución de los alfajores Guaymallén. 
Una vez me contó que les ofreció trabajar con él a cada uno de los hombres de su familia. Algunos le aceptaron temporalmente la oferta pero la mayoría no sintió que podían dedicarse al corretaje o que podría ser un trabajo interesante y productivo.
Solamente al final de sus días y cuando casi ya no podía trasladarse, quien escribe estas líneas, ya casado con María, la nieta de Francisco, aceptó la oferta. Le ayudó en los últimos meses y luego se quedó con la representación por unos años, haciéndose cargo y compartiendo lo percibido con la abuela Nina.
Los abuelos Francisco y Nina ayudaron en lo que pudieron a sus hijos. Al cabo de unos años, falleció Salvador  pagando tributo de su endeble salud, deteriorada en los años tan difíciles vividos con su padre y en condiciones no del todo satisfactorias para un niño.
Luego ayudaron a Carmelo y Josefina a que pudieran levantar su casa y hasta lograron que Carmelo les construyera la suya.
Francisco falleció joven, en el año 1972, su salud nunca había sido bien cuidada en la Argentina. Y Nina acompañó a sus hijas y disfrutó sus nietos hasta que partió a acompañar a su esposo en el año 1981


LOS HIJOS 

SALVADOR, MARÍA, JOSEFINA Y SUS FAMILIAS


Salvador casado con Julia

La familia en el Cumpleaños de 15 de Nora la hija de Salvador y Julia.


Al encontrarse con Salvador, aquella primera vez en Argentina, su madre y hermana, se emocionaron al ver al joven sonriente  y de grandes ojos celestes.  Josefina recuerda que, Salvador y su esposa Julia, ya tenían un hijo (Oscar al que apodaban “Gogui” y que en el viaje hasta La Plata, le contó que estaban esperando a su segundo hijo, prometiéndole que ella sería la madrina. A los cuatro días nació Nora y se cumplió la promesa.
Salvador, siempre relataba su agradecimiento al tío Victor de Ramos Mejía, pues gracias a él había podido estudiar.
Con el tiempo ya separado de Julia, Salvador con muy mala salud, falleció. Era joven. Estuvo acompañado en su internación, hasta los últimos días por su madre y hermanas.
Personalmente, tengo un lindo recuerdo de él, era un tipo fuera de lo común, gran dibujante, siempre de buen humor, y aunque después de separarse no vivió  en las mejores condiciones así y todo era un hombre feliz, educado y siempre amable con todos.
Con Oscar, el mayor de sus hijos, compartimos en una época, el amor por la fotografía. Hicimos un curso de dos años y hasta tuvimos un laboratorio fotográfico artesanal en casa de mis padres en la esquina de 35 y 14 de La Plata.
La anécdota es que mientras contratamos a un fotógrafo para las fotos color de mi casamiento con María, Oscar se encargaría de las fotos blanco y negro (las que yo más quería), y por una falla en su cámara (una Exacta Varex 1000, muy usada) no le salió ninguna. Cosa que lo amargó muchísimo. Igualmente guardamos toda la boda en diapositivas color.
Oscar, falleció muy joven, había tenido con su esposa Irma cinco hijos varones. Martín, el mayor, es hoy un gran artista plástico, que parece haber heredado mucho de su abuelo Salvador y de su padre.
Nora, la hermana de Oscar, fue desaparecida estando embarazada. Su hija mayor Laura, aún busca a su hermana.



María y Luis

La familia de María, Luigi e hijas: Norma, Adriana y María Luisa en La Plata.


Viendo está foto retrocedo a mi niñez. Recordar a mi padre y hermana me llena de emoción, ellos no están pero vivirán eternos en mi corazón. (María Luisa, julio de 2020).

Qué decir de María y Luigi: dos trabajadores incansables. Fueron muy conocidos enfermeros en Tolosa en una enfermería sobre la calle 520 entre 9 y 10 donde vivían. La cruz verde sobre la vereda, en alto, era reconocida como lugar de atención y generosidad.
Tuvieron tres hijas mujeres: Norma, María Luisa y Adriana. También la desgracia, en la época terrible del gobierno militar, de la muerte de su hija mayor Norma y desaparición de su esposo Jorge. Ellos habían tenido dos hijos: Tomás y Mariana, quienes se criaron con Luigi y María, sus abuelos.
Adriana la segunda hija, tuvo con Osvaldo, un hijo llamado Pablo. Posteriormente con Omar, médico cardiólogo, tuvo dos hijos varones más: Nicolás y  Andrés. Actualmente madre e hijos residen en España.
María Luisa la menor, tuvo con Carlos tres hijos, Luciano, Daiana, y Mauro. Actualmente se dedica al comercio  y tiene una dietética hace más de diez años. Viven en la histórica casa de Tolosa, la de su infancia, y en el lugar en el que  funcionó por largo tiempo el mencionado gabinete de Enfermería de la familia, destacado en la zona.
¿Quién de mi generación no recuerda al “gringo” Finocchiaro, acompañado por María, cuando en épocas difíciles de invierno, con lluvia y barro, en su característico Jeep  atendían a sus pacientes? Transportaban grandes tubos de oxígeno o colocaban  inyecciones a cualquier hora de la noche. También alguna vez, lo hacía María sola, ya que también manejaba el jeep. Cabe destacar que hasta la ex presidenta Cristina Fernández, quien nació y se crió en Tolosa, mencionó a Luigi Finocchiaro como enfermero de su  familia, en  su famoso libro, Sinceramente, editado en 2019.



JOSEFINA Y CARMELO


  Recién llegados de Italia, Josefina y Carmelo con su hijo Antonio en el paseo del bosque.


Carmelo y Josefina siempre me contaban que cuando llegaron de Italia, pasaron los dos primeros años más difíciles de sus vidas. Carmelo había dejado a su madre, María Cócola, y extrañaba su familia y su tierra. Con Josefina, que no gozaba de muy buena salud, se sentaban en un banco de Plaza Alsina de 1 y 38 y mientras Nino de solo dos años de edad jugaba por allí, lloraban juntos y trataban de seguir adelante.
Eran tiempos muy difíciles. Tiempos de conseguir trabajo, de pagar y devolver el dinero de los pasajes, de comenzar una nueva historia.
Carmelo, sufrió mucho la lejanía de su madre, más aún cuando supo que ya no andaba bien y no podía viajar para acompañarla en sus últimos días. Nunca pudo volver a verla.
Siempre recuerdo su relato de la época de la Guerra, cuando le llegó el tiempo del servicio militar,  y con su madre se habían retirado a un refugio. Al llegar la carta de convocatoria, solo encontraron la casa destruida. Por lo que nunca supo que debía presentarse y antes de viajar y poder salir del país, tuvo que conseguir un permiso especial, un “Concedo Militar” que tuvo que gestiona su madre.

En el bosque de La Plata, Salvador con su hijo Oscar y Carmelo con su hijo Nino. Al poco tiempo de llegar de Italia.

Luego de haber trabajado como albañil, en el año 1950 (a los dos años de llegar a La Plata) Carmelo ingresó como “motorman” de los tranvías platenses y las cosas comenzaron a acomodarse. Con mucho sacrificio construyó su casa. Yo que vivía enfrente, lo veía trabajar hasta altas horas de la noche, subido a los andamios e iluminándose por un farol “sol de noche”. Los vecinos lo escuchaban cantar y se sorprendían ante ese “gringo laburante” y de tan buen humor.
Con Josefa tuvieron dos hijos más en Argentina, después de Antonio, el único nacido en Italia. Llegaron primero María y Francisco y posteriormente un montón de nietos.

Carmelo  motorman de los tranvías
                                 
Después de que  los tranvías dejaron de funcionar como medio de transporte, en el año 1966 a Carmelo le ofrecieron ir a un Ministerio, como personal de maestranza, pero prefirió la indemnización  y se compró el primer auto para remís que fue un Nash. Al poco tiempo lo cambió por un Opel Record 1960 (foto). Mientras tanto  Josefina le pagaba todos los meses los aportes para la jubilación, para que con el tiempo él se jubilara como autónomo.


Carmelo y su segundo auto de remís, el Opel Record 1960

El tío Luigi ayudó al mayor de los hijos  para que pudiera estudiar el secundario. Josefina recuerda que de él recibió los primeros libros y la ropa adecuada.
Pasaron muchos años, crecieron los hijos, se casaron.
Con el tiempo y la ayuda de sus hijos, en el año 1976, Josefina, a quien le habían sugerido comenzar con una verdulería, decidió poner un pequeño negocio de Artículos de Limpieza y Perfumería sobre la calle 522 entre 15 y 16 de Tolosa,  en la parte delantera de la casa. Recuerda que su hijo Francisco le construyó las primeras estanterías de madera.
En el año 1981, Carmelo pudo volver a su tierra, por una invitación de su hermana y sobrinas que le posibilitaron el pasaje. Aunque su madre ya no estaba, disfrutó ese tiempo con el resto de sus familiares. Viajó solo, Josefina quedó en la casa, con su madre. Lamentablemente ese año mientras Carmelo estaba en su tierra natal, fallecía su suegra Nina sin que él pudiera despedirla.
Josefina quedó en la casa hasta el regreso de su marido, y a cargo de su negocio. Desde que abrió en el año 1976, supo manejarse escribiendo y leyendo con lo poco que había aprendido en su formación de solo unos años de primaria. La atención del negocio en su casa, con las compras a proveedores y la atención a la gente del barrio, hizo que fuera ingeniándose para escribir, leer y hacer cuentas mostrando una gran paciencia y empeño y lo pudo llevar adelante a pesar de su poca escolaridad.
En el año 1990 Josefina y Carmelo juntos, finalmente pudieron viajar a Italia, donde se reencontraron con familiares y amigos en Catania y Centúripe.  Estuvieron en el país que los vio nacer por el período de seis largos meses.

La familia de Carmelo Josefina y sus hijos: Antonio, María, y Francisco.



 
Josefina y Carmelo, Año 2006


Josefina siempre siguió manteniendo el contacto con las familias de Italia. Al comienzo lo hacía por cartas, a pesar de haber hecho solo unos pocos años de primaria, se las ingenió  para escribir a su manera. Con el tiempo llegó el teléfono y la comunicación también la mantenían por allí.  Josefina fue dejando las cartas, a medida que su vista la dejó de acompañar como antes. Actualmente se maneja valiente por su casa, poniendo algunas marcas o señales en su rutina para arreglárselas con la mínima visión, y le pone todo el empeño para reconocer los rostros de la gente querida. Ella siempre se las ingenia con amorosidad para estar atenta a todo y a todos. Cada cumpleaños, es un ritual de Josefina de regalar la famosa “torta de la abuela”. A quién no le ha tocado la famosa torta batida a mano por ella, cocinada con todo el amor, envuelta en papel que siempre recicla y con la famosa dedicatoria. O los nietos y bisnietos, y también los hijos, han recibido la famosa bolsita de golosinas para navidad o para el día del niño. La abuela arma bolsitas, encarga turrones, alfajores, pone un globito, ata con cinta, hace moños. Son conocidos rituales que hacen concreto el amor y la presencia, aunque no salga mucho de su casa. De la misma forma que recuerda cada cumpleaños y saluda a todos por teléfono cuando no puede visitarlos.
Ahora, en este año tan particular de la pandemia, igualmente ella, con sus 94 años se encarga de hacer llegar la torta, las golosinas, los llamados, el amor.



A mi suegro Carmelo
(Cuando falleció)

Cuando partió de Sicilia, con su esposa e hijo para “hacer la América”,  Carmelo sabía que difícilmente volvería a ver su madre.
Después de dieciocho días llegó al puerto de Buenos Aires con destino a La Plata. Suspiró fuerte, tomó a su esposa de la mano y buscó algún rostro conocido entre la gente que esperaba la llegada de sus familiares en el barco “Argentina”.
Este había zarpado desde el puerto  de Génova en 1948, después de la guerra. Venía, acompañado por su suegra Antonia, sus cuñados  Luis  y María, su esposa Josefa y su hijo Antonio de solo dos años de edad, con muchas ilusiones y una gran esperanza.
El viejo baúl, con sus pocas pertenencias, llegaría varios días después… mientras tanto su suegro Francisco, y su cuñado Salvador, que habían llegado años antes, los esperaban en el puerto.
Difícil fue el momento del encuentro: su suegra Nina tratando de reconocer a su marido después de varios años, su esposa Josefa intentando adivinar cuál era su padre y su hermano…
Al cruzar el Parque Pereyra, con destino a La Plata, lo que veían  distaba mucho de ser lo que habían imaginado de la América.
Pasaron los años, Carmelo trabajó de albañil, su esposa de modista, y con mucha humildad construyeron su familia, que aumentó con María y Francisco los hijos argentinos.
Con el tiempo llegó su trabajo en los tranvías y su vida cambió. Trabajando en los tranvías, fue feliz casi tanto como cuando en Catania, en una pequeña bicicleta, repartía carnes y verduras.
Luego trabajó como remisero, construyó su casa y la de sus suegros, que tanto lo habían ayudado, y fue un hombre feliz…
A los noventa y tres años, el viejo tranvía en su imaginación, pasó a buscarlo….y como siempre, lo encontró trabajando…Imagino que debe haberse ido sonriendo desde la ventanilla delantera, pues como tenía experiencia, el “ángel motorman”, le permitió manejar hasta el cielo.

Eduardo, Noviembre de 2017.



NOTAS, ESQUEMA DEL ÁRBOL GENEALÓGICO, OTROS.

**viene de la foto del barco. BARCO ARGENTINA: de la Cosulich Line. De 5526 toneladas, botado en 1907 para Unione Austriaca. En 1919, en la misma empresa, pasa a denominarse Argentina. En 1926 pasó con el mismo nombre, a Navigazione Generale Italiana Societa Riunite Florio & Rubattino. En 1932 pasó a la empresa Tirrenia, siempre con este nombre. En 1960 fue a desguace.


Viajando a Italia

Daiana en Centúripe. 


Yo soy Daiana Dorst, hija de María Luisa y nieta de María La Spina  y esta imagen  refleja  un gran día en mi vida, un día que anhelé mucho vivir pero sobre todo sentir. Al acercarme y verla a lo lejos mis ojos se llenaron de luz y emoción al ver esa puerta (lo pude sentir), era esa... en ese lugar creció ella, mi nona María y el día 16 de noviembre de 2019 yo estaba ahí, pisando el lugar que con tanto amor ella siempre me habló. Me tomé mucho tiempo sentada en esa escalera, recordando y disfrutando de sensaciones... era “Su” casa,  la casa que la vio crecer y fue ahí donde todo comenzó, donde yo comencé  (Daina, julio de 2020)


MARIA EN ITALIA

Por un viaje que le fue obsequiado por sus amigos de la Iglesia y con la ayuda de familiares, al cumplir sus 90 años. 




                          María, de visita nuevamente en su pueblo natal, en Centúripe. Año 2014


JOSEFINA Y CARMELO, EN ITALIA EN 1990





La Historia de los alfajores Guaymallén

Guaymallén fue el alfajor de la familia, el abuelo de mi esposa, Don Francisco La Spina, lo distribuyó en la plata por primera vez, allá por el año 1948. Con un sencillo triciclo  consiguió sus primeros clientes.
Ulpiano Fernández, por ese entones el dueño de la fábrica, lo había conocido por casualidad, la primera vez que vino a La Plata a hacer conocer su mercadería. Francisco lo recibió en el viejo conventillo de la calle 36 entre 2 y 3, y allí comenzó una gran amistad.
Al punto que Fernández, depositó en el abuelo, toda la distribución local y hasta lo ayudó económicamente, prestándole un dinero para que Francisco, quien había venido con su hijo a América, dejando en Sicilia a su esposa y sus dos hijas, pudiera traerlas a La Plata con él.
La larga historia solo fue de trabajo, construir sus viviendas, y la llegada de los nietos. María, hija de josefina, la segunda hija de francisco, es mi esposa y madre de mis hijos.
Mi parte en esta historia es que cuando el abuelo, ya grande, quería dejarle a alguien de la familia la representación de Guaymallén, allá por el año 1970, solo yo me animé a acompañarlo en sus últimos días,  mientras el buenazo de don Francisco me ayudaba a comprar un terrenito en La Plata, y luego me dejaba la distribución de los alfajores, que tanto me ayudaron a poder terminar mi casita.
Con el tiempo me pidieron que renunciara porque se iba a hacer cargo de La Plata, el yerno de don Fernández (el dueño actual) y por unos pocos pesos así lo hice. Siempre recuerdo los lunes cuando iba a Capital, desayunaba en un bar de Constitución y luego viajaba hasta el barrio de Liniers, en el micro 4, para llevar los pedidos  que  Guaymallén entregaría en la plata, al día siguiente.

                                           Eduardo Finocchi


Para la abuela en sus noventa, de sus nietos y bisnietos

Aclaración: la abuela Josefina cumplió noventa años en el año 2016, así que hay bisnietos y tataranieta que no aparecían, pero le agregamos una estrofa para este libro.

Desde que con los más grandes
Pasamos para la escuela
Ale, Marce, Guty, Vale
Y  un poco más chico Cristian
Y pegábamos la vuelta
de su casa por la esquina
¿a quién pasaban a ver?
¡A la abuela Josefina!

Para algunos “¡pan y queso!”
Para otros galletitas
Los más grandes lo sabemos
El recuerdo no se quita.
Y sumamos en la lista
-aunque a otra escuela iba-
A la nieta de más lejos
que es nuestra prima Analía.

Hasta acá los grandecitos
los primeros que nacieron
los que seguro recuerden
cosas como el rinconcito
de las bicis del abuelo
en el fondo, el galponcito
Y el negocio de la abuela,
la puerta con campanita
Todo bien ordenadito
¡con ventana de vidriera!
O el mueble de la cocina
con las cosas  que tenía
para jugar en los cumples:
boletas y chucherías.
Nunca nos olvidaremos,
la vida está hecha de eso:
de detalles, de meriendas
de charlas, fotos y gestos.

Luego nació la otra tanda,
como si fuéramos pocos
Ana Elisa, Lore, Javi,
Juan, Maxi, Leandro,  Danisa
¡¡Juntos somos trece nietos!!
Que hoy venimos a abrazarte.
Porque sos para nosotros
modelo de abuela y madre.

Pasó el tiempo y recordamos
tu historia del viaje en barco,
Cuando viniste a Argentina,
vos nos contaste el relato.
¿Y cuántos años tenías
Cuando vino ese bisnieto
-el primero, claro: Joni-
setenta años más o menos?

Y luego casi de golpe
como si fuéramos pocos
se  fueron sumando otros
a esta lista de bisnietos:
Juli, Fer, gaspi, Santiago
Augusto, Faus, Mai, Clarita
Olivia, Valen y Gian
Ángela y la peque Emilia
Agregaremos ahora
A Lucio, Álvaro y Franco
Valentina, Gregorio y Vitto.
¡Y hasta una tataranieta!
Con tu nombre: Josefina

¿Alguno más en camino?
Quién te dice es niño o niña
El nombre ya lo sabremos
¡Qué grande  y linda familia!!

¡Feliz cumple abuela linda
Que sea con alegría!
Noventa años en vos
Son mucho y a la vez poco,
Porque seguís siendo siempre
la que se acuerda de todos
la de los alfajorcitos
los turrones y los globos
La que en cada cumpleaños
con una torta nos mima
¿Qué podemos regalarte
Que no sea un gran abrazo
Un gracias, un te queremos
Un amoroso festejo
Que te haga sentir que estamos
Que valoramos los gestos?
Que disfrutamos tus charlas
¡Y que tomamos tu ejemplo!
¡¡Feliz cumpleaños abuela!!
Tus nietos y tus bisnietos.





LAS HERMANAS

Son distintas en sus formas, su estilo, su manera de ver algunas cosas, sin embargo el casi centenar de años que las vio crecer, todavía les deja en su mirada el mismo brillo, la misma bondad, un amor inmenso a su familia. Todavía tienen mirada joven, como esas niñas que fueron. Todavía se encuentran cada semana y charlan, se acompañan, se cuidan. María llegó a adoptar el mate argentino, Josefina toma matecocido. La experiencia de sus vidas, dolorosa muchas veces, otras llenas de cosas buenas, es el legado que fueron dejando. En ellas se asoma todavía el país que las vio nacer: en las palabras, las canciones, alguna comida, la costumbre de no malgastar o reciclar propia de haber pasado una guerra y algunas carencias. En ellas se reproduce el celeste del mar que las transportó, que las separa de sus infancias y a la vez las une. El celeste claro de sus miradas nos abraza a todos los que vinimos después. Siempre sonríen. Nos enseñan con solo mirarlas, no hace falta que nos digan: vemos su fortaleza, su vida de tantas cosas y su maravillosa actitud con casi un siglo de vida. Con admiración, con respeto, agradecemos tenerlas. Escuchar una y otra vez sus relatos.







Bisnietos hasta julio de 2020:

De Josefina y Carmelo
Alejandra: Faustina y Maitena
Marcela: Fermín, Gaspar, Lucio
Ana Elisa: Clara, Gregorio
Javier: Vitto
Juan Pablo: Olivia
Valeria: Jonatan, Julieta, Valentina
Christian: Emilia
Maximiliano: Gianluca y Franco
Analía: Augusto y Santiago
Lorena: Ángela y Álvaro
Tataranieta de Josefina y Carmelo
De Julieta: Josefina

De María y Luigi
Mariana: Lorenzo, Nina
Andrés: Ona

De  Salvador y Julia
Augusto: Magalí y Juan
Andrés: Luca
Gabriel: Elena
Manuel: Hernán
Laura: Renata, Tomás

Resumen hasta julio de 2020:

De la familia de Carmelo y Josefina:
Tres hijos, trece nietos, diecinueve bisnietos y una tataranieta

De la familia de Luigi y María
Tres hijos, ocho nietos,  tres bisnietos

De la familia de Salvador y Julia
Dos hijos, siete nietos, siete bisnietos


ÁRBOL GENEALÓGICO





CONTRATAPA  






ADIÓS JOSEFA (7-6-2021) QEPD

ADIÓS JOSEFA (7-6-2021) QEPD
NADIE, ABSOLUTMENTE NADIE, PODRÁ IMAGINAR JAMÁS, LO QUE FUE ESTE ÚLTIMO TIEMPO CON MI SUEGRA JOSEFA. LOS LARGOS, REPETITIVOS Y EMOTIVOS MOMENTOS VIVIDOS EN SU COMPAÑÍA. NADIE COMPARTIÓ COMO YO… NI SUS HIJOS… TANTAS HORAS DE CHARLA, DE ANÉCDOTAS, RELATOS, REFLEXIONES … COMO HABRÁ SIDO QUE HASTA ME PERMITIÓ HACER EL LIBRO CON LA HISTORIA DE LA FAMILIA. SIEMPRE LE PEDI A DIOS, DE QUE ME DIERA TIEMPO PARA SERVIRLE Y PODER AYUDAR A LOS DEMÁS. CREO QUE LO TUVE CON ELLA, Y PUDE CUMPLIR LO QUE NO PUDE HACER POR MIS PADRES EN EL FINAL DE SUS DÍAS… POR ESO NO ME COSTÓ Y A SU LADO, PASÉ A DIARIO LAS HORAS MAS FELICES. GRACIAS JOSEFA POR TU AFECTO, POR TUS PREOCUPACIONES POR MI Y MI FAMILIA, NUNCA OLVIDARÉ TUS PALABRAS – VOS… SOS UNA DE LAS PERSONAS CON LA QUE MAS PUDE HABLAR ESTE TIEMPO Y LA QUE MÁS ME ESCUCHÓ…GRACIAS POR TU TIEMPO- NO JOSEFA, GRACIAS A VOS POR TU HERMOSO TIEMPO, QUE JAMÁS OLVIDARÉ. Tu yerno Eduardo.
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A mi suegro Carmelo (QEPD) 26-7-2017

A mi suegro Carmelo (QEPD) 26-7-2017
CUANDO LLEGÓ DE SICILIA, CON SU ESPOSA E HIJO PARA HACER ”LA AMÉRICA”, CARMELO SABÍA QUE DIFÍCILMENTE VOLVERÍA A VER SU MADRE. LLEGÓ A BUENOS AIRES CON DESTINO A LA PLATA. SUSPIRÓ FUERTE, TOMÓ A SU ESPOSA DE LA MANO Y BUSCÓ ALGÚN ROSTRO CONOCIDO ENTRE LA GENTE QUE ESPERABA LA LLEGADA DE SUS FAMILIARES EN EL BARCO “ARGENTINA” . ESTE HABÍA ZARPADO DESDE EL PUERTO DE GÉNOVA EN 1948, DESPUÉS DE LA GUERRA. ALLÍ VENÍA, ACOMPAÑADO POR SU SUEGRA ANTONIA, SUS CUÑADOS LUIS Y MARÍA, SU ESPOSA JOSEFA Y SU HIJO ANTONIO DE SOLO 2 AÑOS, CON ILUSIONES Y UNA GRAN ESPERANZA. EL VIEJO BAÚL, CON SUS POCAS PERTENENCIAS, LLEGARÍA VARIOS DÍAS DESPUÉS….MIENTRAS TANTO SU SUEGRO FRANCISCO, Y SU CUÑADO SALVADOR, QUE HABÍAN LLEGADO MUCHOS AÑOS ANTES, LOS ESPERABAN EN EL PUERTO. DIFÍCIL FUE EL MOMENTO DEL ENCUENTRO…UNA ESPOSA TRATANDO DE RECONOCER A SU MARIDO DESPUÉS DE VARIOS AÑOS, SU ESPOSA JOSEFA TRATANDO DE ADIVINAR CUÁL ERA SU PADRE Y SU HERMANO… GRANDE FUE LA SORPRESA AL CRUZAR EL PARQUE PEREYRA, CON DESTINO A LA PLATA, LO QUE VEÍAN DISTABA MUCHO DE SER LO QUE HABÍAN IMAGINADO DE LA AMÉRICA. PASARON LOS AÑOS, CARMELO TRABAJÓ DE ALBAÑIL, SU ESPOSA DE MODISTA, Y CON MUCHA HUMILDAD CONSTRUYERON SU FAMILIA QUE AUMENTÓ CON MARÍA Y FRANCISCO, LOS HIJOS ARGENTINOS. CON EL TIEMPO LLEGARON LOS TRANVÍAS Y SU VIDA CAMBIÓ, ÉL, DE MOTORMAN, FUE FELIZ, CASI TANTO COMO CUANDO EN CATANIA, EN UNA PEQUEÑA BICICLETA, REPARTÍA CARNES Y VERDURAS. LUEGO FUE REMISERO, CONSTRUYÓ SU CASA Y LA DE SUS SUEGROS, QUE TANTO LO HABÍAN AYUDADO, Y FUE UN HOMBRE FELIZ… A LOS 93 AÑOS, EL VIEJO TRANVÍA EN SU IMAGINACIÓN, PASÓ A BUSCARLO….Y COMO SIEMPRE…LO ENCONTRÓ TRABAJANDO…Y SE FUE SONRIENDO DESDE LA VENTANILLA DELANTERA, PUES COMO TENÍA EXPERIENCIA, EL ÁNGEL MOTORMAN, LE PERMITIÓ MANEJAR HASTA EL CIELO. EDUARDO FINOCCHI (TU YERNO)

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